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NO ES SOLO CUESTIÓN DE PLATA

Actualizado: 30 jun 2023

CINCO REFLEXIONES SOBRE LOS RECURSOS PÚBLICOS Y EL GRAFITI


En los últimos días, sin querer, me he topado con un par de publicaciones en redes sociales de artistas y gestores del sector del grafiti y el arte urbano en las que se hacen comentarios y críticas al reciente proceso denominado Museo Abierto de Bogotá, el cual ha sido liderado por el Instituto Distrital de las Artes (Idartes). Dicha convocatoria tiene -y tendrá- como propósito la creación de obras murales en distintos sectores de la ciudad como la carrera 13, la calle 80, la avenida del Dorado, entre otros. Al finalizar, el próximo fin de semana, este proyecto habrá tenido la participación de casi quinientos artistas. En sus redes, Idartes lo ha promocionado con el llamativo nombre de Maratón y en las publicaciones se incluyen las contundentes cifras y metros cuadrados que fueron y serán intervenidos.


Como no hice parte de ese proceso ni tampoco conocí las condiciones de participación sería irresponsable hacer cualquier tipo de evaluación sobre las mismas. Tampoco quiero reproducir las criticas y comentarios que se hicieron públicos, pues desconozco las razones personales y profesionales que llevaron a los artistas y gestores a hacerlas. Luego de quince años entrometido en la cultura del grafiti y el arte urbano he aprendido la importancia de la prudencia; que incluye no anticiparse en reproches o bandos. Cada quien debe hacerse responsable de sus palabras y juicios. Por último, muchos artistas amigos han participado en el proceso y no quisiera que se sintieran aludidos respecto a temáticas que no son de su resorte o responsabilidad.





Sin embargo, aprovecharé la oportunidad para proponer algunos enfoques nada novedosos o sorprendentes (incluso algunos se basan en mi experiencia en las convocatorias de la industria del cine) para los nuevos procesos que se avecinan y que ojalá continúen en la nueva administración (también podrían ser útiles para otras ciudades). En términos generales, cumpliendo ya diez años de políticas públicas de fomento desde lo contemplado en el decreto 75 de 2013, es hora de matizar la mirada e importancia que se otorga respecto a la cantidad y cuantificación de los proyectos (en otras palabras, los números) y reforzar el análisis de la calidad y la sustancia artística de los procesos (me refiero a los discursos y propuestas). Por supuesto, entiendo que las auditorias y controles de las autoridades disciplinarias y fiscales, exigen resultados medibles y que correspondan a la inversión pública realizada. No obstante, ambos propósitos, tanto el metro cuadrado como la calidad de la creación, pueden acompasarse y conseguirse si se observan estas y otras sugerencias del sector; ya sea para las próximas convocatorias o cuando se haga posible o conveniente. Desde luego, estos cambios suponen cierta dificultad y uno que otro desafío y discusión que, de cualquier forma, se ven pequeños teniendo en cuenta los extraordinarios recursos públicos que año a año la alcaldía de Bogotá invierte en al grafiti y el arte urbano.


Diferenciar muy bien entre subsidios y becas en las convocatorias


Es muy importante aclarar la naturaleza de las convocatorias. En este aspecto, es crucial distinguir entre los procesos que solo requerirán de un tramite de documentos para la asignación de los recursos (subsidios) y aquellos que exigirán calidad artística y trayectoria profesional en las propuestas como elemento indispensable y definitivo en el proceso de selección (becas). En efecto, ambos escenarios pueden coexistir aunque persigan distintas finalidades. Pero si lo que se quiere es promover de forma consistente la práctica -y las carreras de los practicantes- no es suficiente con un modelo exclusivo de subsidios (así se le llame de otra forma). De antemano sé que este no es el caso de Bogotá. Sin embargo hay que permanecer vigilantes de que esto no suceda y terminar deformando el apoyo institucional al convertir al grafitero en un tramitador de mano extendida. (Por no mencionar los incentivos siniestros que se crearían para acumular subsidios). De cualquier forma, tengo la plena convicción de que exigir a los participantes requisitos de calidad, en lo gráfico y lo discursivo, puede resultar muy provechoso no solo para la práctica sino para la ciudad misma. Incluso la ciudadanía se dará cuenta del sentido y razones del apoyo de las instituciones públicas y le sumará argumentos para que los recursos destinados crezcan en el tiempo.


Hacer distinciones entre la trayectoria y la categoría de los artistas


Por mucho tiempo he considerado que el grafiti y el arte urbano pueden ser oficios y profesiones lucrativas, estables y exitosas. En ese sentido, y si ese fuera el objetivo del practicante y de las instituciones que financian los procesos de fomento, es fundamental que los recursos y convocatorias tengan en cuenta que no todos los artistas tienen la misma trayectoria o experiencia. Es inconcebible en cualquier medio laboral, por regla general, que un profesional con meses de experiencia gane lo mismo que uno que lleva perfeccionado su oficio durante décadas. En un sinnúmero de empresas e industrias la experiencia es un valor fundamental para determinar el salario o remuneración de un trabajador. Incluso en medios como el deporte existen ligas y categorías con distintos requisitos y recompensas. Dichas diferencias tienen en cuenta un sentido práctico de justicia que reconoce los gastos y esfuerzos que se han empeñado en la obtención de la experiencia. (Así sucede en algunas convocatorias del Fondo de Desarrollo Cinematográfico). Es un sin sentido, además de ser sumamente desequilibrado, que en los procesos de convocatorias se mezclen sin reparo practicantes con distintos niveles de experiencia. Lo que puede ser irrespetuoso con los más experimentados y, de paso, es desventajoso para los principiantes. De otro lado, se reducirán los incentivos para que los artistas con décadas de formación creen obras de mérito y calidad, lo que, entre otras cosas, terminaría por afectar a la ciudad entera. Sin querer caer en romanticismos, tanto Bogotá como cualquier ciudad debe tener en cuenta que los caminos del arte urbano que hoy se recorren los abrieron artistas que no contaron con apoyos de ningún tipo y que tales sacrificios y convicciones deben ser reconocidos.


Encontrar los mejores espacios para la intervención artística


Luego de quince años de gestión del grafiti y del arte urbano me queda claro que el mejor muro es aquel que requiere más permisos. Ya sea por sus dimensiones o ubicación, si un espacio obliga a conseguir autorizaciones engorrosas y frustrantes, es porque -en la mayoría de los casos- es el lugar correcto para intervenir. Desde luego no se trata de un asunto baladí: mucho de la trascendencia de la obra depende de su ubicación. En el extremo contrario, se debe ser muy sospechoso con los espacios que no presentan ninguna dificultad en la gestión de los permisos. Me temo que en este aspecto no se está prestando la atención suficiente y veo con preocupación como muchos espacios inconvenientes para las obras murales y para la experiencia artística de los transeúntes son intervenidos sin la suficiente reflexión y con la inversión de cuantiosos recursos. No estoy en la posición de juzgar o poner en tela de juicio los enormes esfuerzos de la administración pero sería oportuno recalcar que en el “mercado” del grafiti y el arte urbano la ubicación es la carta imbatible. En ese sentido, he visto que con las obras del metro se están abriendo culatas fenomenales sobre la avenida Caracas de Bogotá que ojalá estén en los planes de intervención actual o sean considerados en la siguiente administración. Un festival en esas paredes, inmensas y ociosas, sería magnífico y muy lucrativo y contribuiría a darle otro sentido emocional a una obra tan controversial.


Destinar más recursos para que los artistas locales participen en eventos y festivales internacionales


Tal y como sucede con los estímulos automáticos que ofrece el Fondo de Desarrollo Cinematográfico destinado a que los cineastas participen en distintos festivales alrededor del mundo, las convocatorias deberían aumentar la cuantía de los recursos para enviar al mayor número posible de artistas a participar en los distintos encuentros y espacios de arte urbano y grafiti del mundo. Si estuviera en mis manos, en 2024 usaría todos los recursos disponibles para enviar a cientos de practicantes a pintar en el exterior (con todos los gastos incluidos). Así como nos sucedió en Vértigo Graffiti, los viajes nos permitieron abrir nuestras miradas y percepciones y nos ayudaron a profundizar (y problematizar) las reflexiones sobre nuestro propio quehacer. Estas experiencias en el extranjero redundarían en un incremento sustancial en el nivel discursivo y técnico del muralismo y el grafiti de la ciudad. Por lo tanto, creo que darle un enfoque de internacionalización, al menos en un año, de la próxima administración sería una de las medidas más audaces, posibles y contundentes que podrían pensarse. Por fortuna, los recursos existen y están disponibles.


Crear una dirección especializada en grafiti dentro de la Secretaría de Cultura


Por la importancia que se le ha otorgado a la practica por parte de las autoridades y los cientos de millones de pesos invertidos, pareciera que ya va siendo hora de que se cree una oficina independiente encargada de gestionar todos los procesos y diálogos con el sector grafiti. Aunque suene inconveniente una propuesta de crear más burocracia, de esta forma se estaría previniendo un posible desgaste institucional que podría darse por acumular al grafiti (tan distinto y particular) con otras expresiones plásticas. De paso, se podría encargar a ese despacho para la generación de nuevas formas de participación y de asignación de recursos con miras a las transformaciones, cada vez más frecuentes, que está teniendo el grafiti. Sin lugar a dudas, en el diseño de las convocatorias es indispensable la renovación, el entusiasmo y la creatividad lo que, en principio, se lograría con un grupo de funcionarios encargados de tiempo completo en el grafiti de la ciudad. El mejor escenario sería que ese equipo estuviera conformado por un grupo interdisciplinario de profesionales que puedan proveer una nueva mirada sobre todos los procesos vigentes y que están por venir.


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Lejos estoy de insinuar que los párrafos anteriores contienen una formula infalible o revelan una pócima mágica para potenciar el arte urbano y el grafiti de Bogotá o de cualquier otra ciudad. Pero estoy convencido de que con un refuerzo en el enfoque de la calidad y la creación de los incentivos para el aumento del profesionalismo de la práctica se podrían obtener resultados sorprendentes, funcionales y favorables para todos. Sin duda, es un riesgo muy alto que se pierdan todos los avances presupuestales y de percepción que se han logrado en estos últimos diez años por no permitirse hacer una mirada reflexiva sobre lo que puede mejorarse y precisarse. Y aunque los tiempos y el grafiti han cambiado, se recorre el camino correcto. Bastaría con ajustar un poco la brújula.



Camilo Fidel López*

Director Vertigo Graffiti 2009-2023

Director Festival Ciudad Mural Cartagena 2013

Director Distrito Graffiti 2016-2019


*Las afirmación hechas en este escrito solo comprometen a su autor

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