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La máquina frenética

Notas sobre la exposición Cronosíntesis de Santiago Castro Pulido.


La máquina no cesa, no se detiene. Su tiempo está siempre disponible. Es allí donde yace su principal diferencia con la obra y la persona del artista: a quien el tiempo —escaso y vertiginoso— termina por consumir. Estas parecieran ser las primeras conclusiones de la exposición Cronosíntesis de Santiago Castro Pulido, que abrirá sus puertas al público el 25 de abril en la galería Vértigo Contemporary. Asimismo, dichas conjeturas del artista Castro se ven reflejadas en la máquina frenética que instaló en una de las salas del espacio ubicado en el barrio San Felipe: una mole construida con luces de colores primarios y secciones de andamio, que en su centro abriga un aviso de palabras de color que se repiten ad infinitum. Una representación minimalista del funcionamiento de las inteligencias artificiales generativas. Estructuras intrincadas que, como el objeto de producción que son, expelen millones de resultados por segundo. El infinito programable. Un atributo que se contrapone al proceso artístico, en el que solo en escasas oportunidades se obtiene un resultado deseado, y el tiempo breve corta como una guillotina afilada.


En ese sentido, el oficio de la pintura, tan específico y matizado, gravita —casi intacto— alrededor de estas nuevas tecnologías imitativas y reduccionistas. Tal y como sucede en la sala de la máquina, la pintura se explaya sobre las paredes sin que haya un verdadero contacto físico —salvo las luces de color— con el armazón. De paso, Castro deja una evidencia más de su destreza a la hora de pintar sobre paredes y muros: el apetito y oficio que lleva practicando por más de dos décadas y por los cuales descubrió sus primeras inclinaciones artísticas, el graffiti. Inclinaciones que lo han llevado a explorar las caligrafías, la teoría del color y la conjunción de las letras comunes con los símbolos matemáticos. Otra materia de debate con las inteligencias artificiales, que operan bajo la premisa de reducir los oficios creativos a lenguajes numéricos: los únicos que —por ahora— son capaces de leer.


La interacción —entre la palabra y el símbolo matemático— quizás sea la última conclusión de Cronosíntesis. Las pinturas sobre lienzo y papel, con técnicas mixtas, que el artista exhibe en la sala dos de la galería dan cuenta de tal encuentro. En efecto, las obras —compuestas por los colores primarios, como las luces de la máquina— se constituyen a partir de las letras que conforman una serie de palabras que insinúan el discurso mencionado y el trasegar del artista: muerte, fugaz, constante, T=D/V, infinito, Word, future, nos, relatividad, graffiti, wayback, tiempo, forward, match, painting y dead. Todas aquellas son las mismas palabras que produce frenéticamente la máquina en su aviso de color.


De esa manera se traza la verdadera disputa de origen: mientras que el artista solo puede crear un número finito de obras en un tiempo finito, la máquina produce sin parar ni miramientos de minutos u horas escasas. Y en esa característica se ve reflejada su contundente artificialidad. Visto de otro modo, también en dicha condición se puede reconocer la salvaguardia que, hasta el momento, tiene el quehacer de la pintura —y el pintor en sí mismo— de cara al advenimiento de la creación cada vez más popular de la máquina: sin deseo, sin contemplación, sin espontaneidad. En otras palabras, sin tiempo y sin humanidad.



La máquina frenética De Santiago Castro Pulido
La máquina frenética De Santiago Castro Pulido





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