Una idea precisa: fundir 1527 armas de fuego y convertirlas en 1527 palas. Luego, sembrar 1527 árboles por toda la ciudad. Corría el año 2008 y las cifras de homicidio de Culiacán, México estaban desbordadas. La muerte como paisaje hecho de pólvora. Por esta razón el artista Pedro Reyes, con su propuesta de transformación de “agentes de muerte hacia agentes de vida” logró desencadenar una profunda reflexión en los participantes del proyecto artístico Palas por pistolas. Dicho proyecto, incluido en el robusto libro “Viviendo como forma” (Living as a form, 2012) que recopila docenas de experiencias de acciones artísticas de alto impacto comunitario (que van desde la transformación de desechos en parques urbanos hasta una clínica en mar abierto para practicar abortos) me permite proponer algún tipo de listado inicial que incluya algunos de los elementos constitutivos de lo que el mismo libro denomina como Arte con compromiso social (socially engaged art). Según mi experiencia de algunos años trabajando proyectos de esta naturaleza puedo decir que dichos elementos —en principio— también aplican para intervenciones artísticas en el espacio público en general. Un espectro más amplio que el propuesto por “Viviendo como forma”.
Como decía, a partir de una serie de ensayos de varios autores y expertos —que preferí leer como si fuera uno solo— se establecen en el mencionado texto estos elementos (primordiales) que conforman —según mi propia selección y abstracción— este tipo de manifestaciones artísticas; tan en boga desde hace un buen tiempo en todas las latitudes. En primer lugar pareciera que estos proyectos deben nacer como nace cualquier otra expresión o forma artística profesional. Esto es, desde la confrontación y el desafío de un asunto en específico: una realidad en particular. Una relación —más o menos— antagónica de inicio. Como por ejemplo sería la violencia de género, el machismo estructural, el calentamiento global o la crisis de la migración. En particular, la mencionada confrontación implica una mirada crítica a todo lo que pueda ser concebido como una representación del poder. Aquí la determinación de las representaciones aceptadas por la sociedad empiezan a ser fundamentales. Por supuesto que dichos ejercicios artísticos buscan repeler o atravesar dichas representaciones que podrían llamarse hegemónicas. En otras palabras la acción o proyecto debe contestar un interrogante. La inquietud debe poder ser absuelta así sea desde el punto de vista dialéctico. Intervenir para provocar una conversación.
Eso sí, por habitar el espacio publico, el proyecto o acción debe incluir una mirada o aproximación pública (comunitaria, barrial, urbana) y un proceder colectivo (acción que involucre a los interesados, lo cual puede ir desde tener en cuenta su opinión hasta la creación material conjunta). Esto significa evitar la pretensión egotista —con la cual tantas veces me crucé y a la cual tantas veces estuve tentado— de imponer una mirada exclusivamente íntima del resultado del proyecto. Es muy común —infortunadamente— la llegada de artistas en paracaídas a las comunidades. Proyectos de una inmediatez hiriente en donde no se tienen en cuenta a las comunidades (y a sus realidades e imaginaciones) y se cumple un mero resultado privado y particular. La obra o acción permanecerá como un forastero desinteresado que probablemente jamás sea aceptado del todo. Un turista con el apetito imprudente del exotismo.
Asimismo los autores de Viviendo como forma asumen que tales manifestaciones, proyectos o expresiones deben ser tanto poéticas como políticas. En cuanto al primer aspecto lo poético en esta ocasión se refiere a la intersección entre la sensibilidad artística y las cotidianidades. El resultado de una interacción franca y sincera. Para el caso de Palas por pistolas sería la fundición de las armas —la realidad desafiada y la materia primaria— para convertirlas —con ayuda de cientos de vecinos y víctimas— en palas —la realidad deseada y la materia final—. Respecto a lo político, de nuevo y en coherencia, los autores se refieren a la necesidad innegociable de la participación de las comunidades en el diseño, producción y puesta en marcha de las acciones. Como debe notarse Palas por pistolas no hubiese sido posible —y no hubiese tenido el alcance que tuvo— de no ser por la participación activa de cientos de ciudadanos.
En conclusión hablamos del afortunado encuentro entre el dolor (poesía) y el doliente (política). Como se ve, dicha coyuntura, dicha conjunción entre poesía y política, supone una meta inicial o un objetivo primordial: la proliferación del debate público respecto a cada asunto o temática. Por tal motivo es que estos proyectos tienen en su mayoría lugar en los espacios públicos. La nueva proliferación del debate —cuando el proyecto abarca el impacto pretendido— conduce a un segundo estadio o propósito mayor: la producción del sentido que no es otro que la reorganización y la reimaginación de una realidad establecida. Por lo pronto, ese sería un esbozo inicial de dichos elementos que con seguridad merecen un análisis más detallado y concienzudo. Sin embargo espero que sirva a otros —como me han servido a mi— para dar inicio a proyectos que parten del hallazgo y fundición —como lo hizo Pedro Reyes— del arte con la causa pública. El desafío nuclear del arte en la calle: la confrontación de las realidades impuestas desde el ejercicio del poder.
Exhibición de las palas creadas a partir de la fundición de pistolas, Pedro Reyes, Bienal de Lyon, Francia.
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